PAOLO UCCELLO. Por Flóbert Zapata

 

Imagen tomada de «entretantoMAGAZINE»

I

Lo llamaban Pablo Pájaros

y sus pájaros

lo contaban como uno de los suyos.

¡Su mérito? Indirecto y maravilloso.

Pintaba animales

que le revelaban luego

los secretos de la perspectiva.




II

Voy a morir.

No temo, me acompañan

mis animales y mis líneas.

Mis mazzochi

asombraron a los humanos;

gracias, esa pequeña gloria

impulsó mi corazón

por el resto de mi vida.

Pero ya no tengo fuerzas.

Les dejo cerros de pergaminos

con mis trazos;

allí, dispersa,

descansa inconclusa mi mayor ambición:

el mazzochi que asombraría a Dios.




III

Perdonen mis largas temporadas de ermitaño,

encerrado en mi casa,

rica en arañas, pobre en alimentos.

Perdonen mi pobreza.

Perdónenme por dedicar mi vida

a los dulces y estériles

estudios de la perspectiva.

No fui feliz, es cierto,

pero la felicidad no me interesaba,

ni el dinero ni el amor

ni las otras cosas

que desvelan a los hombres.




IV

Para descansar

de mis severos estudios de la perspectiva,

no acudía al vino

ni al sexo

ni a los manjares,

que nunca hubiera podido procurarme,

ni a los amigos, que no me comprendían.

Un amigo de Donatello,

fue picado en la mejilla por uno de ellos

pero se negó a creerlo, tan reales eran.

Nadie sabía

que con sus cantos

ellos limpiaban la fatiga

y que con el batir de sus alas

alejaban la brumas de mis visiones.




V

Porque pintaste santos y gigantes

y caballos con tierra verde.

Y campos azules y ciudades rojas

y edificios según tu fantasía.

Porque fueron felices con tus colores estridentes pájaros y peces.

Porque todos condenaban

que no copiaras precisos

los colores y las formas.

Porque Donatello, creyendo salvarte,

se lamentaba: “vamos Paolo,

abandonas lo cierto por lo incierto”.

Uccello Hiperreal.

Manchón del siglo XX

perdido en el corazón del medioevo.




         (Basado en el famoso texto de Mercel Schwob en Vidas imaginarias)