I
Lo llamaban Pablo Pájaros y sus pájaros lo contaban como uno de los suyos. ¡Su mérito? Indirecto y maravilloso. Pintaba animales que le revelaban luego los secretos de la perspectiva. II Voy a morir. No temo, me acompañan mis animales y mis líneas. Mis mazzochi asombraron a los humanos; gracias, esa pequeña gloria impulsó mi corazón por el resto de mi vida. Pero ya no tengo fuerzas. Les dejo cerros de pergaminos con mis trazos; allí, dispersa, descansa inconclusa mi mayor ambición: el mazzochi que asombraría a Dios. III Perdonen mis largas temporadas de ermitaño, encerrado en mi casa, rica en arañas, pobre en alimentos. Perdonen mi pobreza. Perdónenme por dedicar mi vida a los dulces y estériles estudios de la perspectiva. No fui feliz, es cierto, pero la felicidad no me interesaba, ni el dinero ni el amor ni las otras cosas que desvelan a los hombres. IV Para descansar de mis severos estudios de la perspectiva, no acudía al vino ni al sexo ni a los manjares, que nunca hubiera podido procurarme, ni a los amigos, que no me comprendían. Un amigo de Donatello, fue picado en la mejilla por uno de ellos pero se negó a creerlo, tan reales eran. Nadie sabía que con sus cantos ellos limpiaban la fatiga y que con el batir de sus alas alejaban la brumas de mis visiones. V Porque pintaste santos y gigantes y caballos con tierra verde. Y campos azules y ciudades rojas y edificios según tu fantasía. Porque fueron felices con tus colores estridentes pájaros y peces. Porque todos condenaban que no copiaras precisos los colores y las formas. Porque Donatello, creyendo salvarte, se lamentaba: “vamos Paolo, abandonas lo cierto por lo incierto”. Uccello Hiperreal. Manchón del siglo XX perdido en el corazón del medioevo. (Basado en el famoso texto de Mercel Schwob en Vidas imaginarias)